Corruptos: «Que todos estos sinvergüenzas desaparezcan cuanto antes». Esta frase que nos viene a la cabeza ante tanta impunidad, tanta desfachatez, ante los ya innumerables casos de corrupción, la pronunciaba ahora hace justo un año Francisco Granados, ex-mano de derecha de Esperanza Aguirre, detenido hace pocas semanas en la última operación contra la corrupción llamada “punika”. La solución que defienden los grande partidos es seguir remendando una legislación agujereada. Esa misma solución que repiten desde los noventa revestidos de una cierta imagen de dureza, después de la aparición de los primeros casos (BOE, fondos reservados, Banco de España, Cruz Roja, Roldán…). Pero el problema de fondo es la división de poderes, porque no hay institución pública en la que no se vea la alargada mano de los partidos políticos, esa endogamia en la que han convertido las instituciones. El problema de la corrupción también es la indudable incapacidad para atraer talento, para atraer decencia. En la política solo quedan quienes no tienen nada que perder, o quienes no tienen otro medio de subsistencia. La corrupción tiene muchas caras pero que todas señalan a un sistema político obsoleto.
David Parada
Conseller Comarcal de PxC del Baix Llobregat